Cuando la Tierra gobernaba al Territorio
En un tiempo reinaba quien pudiera asegurar la propiedad sobre las personas que en su calidad de esclavos se encargaban de realizar las labores necesarias en la adecuación del espacio para la vida ‘digna’ de sus dueños. Cualquier forma de vínculo social que se diera entre esclavistas y esclavos tendría que moverse dentro de esos márgenes y quien se salía de ellos era fuertemente castigado. El orden social se aseguraba con el establecimiento de normas morales de comportamiento que generalmente derivaban de poderes divinos que con el tiempo se concentrarían en un único dios. Poco a poco la esclavitud se fue convirtiendo en servidumbre: la propiedad sobre los territorios deviene como la fuerza determinante de la dominación; las relaciones sociales dominantes se circunscribían principalmente al vínculo entre el señor feudal y el siervo, sin que hayan dejado de existir aquellas plurales, múltiples y diversas entre siervos y siervas, señores feudales y siervas, damas nobles y siervos, etc. Si bien los primeros no eran dueños de los segundos, sí lo eran de aquello que constituía su modo primario de subsistencia, su entorno; sólo en las tierras fértiles se podía desarrollar la agricultura y la ganadería que en esa época eran prácticamente las únicas formas de producción, de tal suerte que los siervos no tenían posibilidad de elección. El orden social se aseguraba por la condición de necesidad en que vivían esas nuevas versiones de esclavos y con el código moral de la iglesia católica, institución que ya había logrado posicionar su dios como único y en nombre del cual dictaba las correctas normas de comportamiento, que debían seguir los buenos, y castigaba a quienes se salían de ellas.
Cuando el Territorio gobierna a las Mercancías y corrompe al Saber
Cuando los siervos toman conciencia de su dominación, se dan cuenta de que sus posibilidades de libertad aún no se han realizado, salen de los feudos y en la búsqueda de nuevas formas de subsistencia, empiezan a realizar intercambios de bienes (mercancías) que van perfeccionando hasta crear la moneda como mecanismo para agilizar los intercambios. De esta forma inauguran un nuevo tipo de vínculo social dominante; el comercio. Con ello empieza el drama de la modernidad. Digo drama porque esa nueva época que se inauguraba -que iluminada por la ilustración había hecho renacer el espíritu griego,- y que prometía ser la cima de la libertad humana, ya venía formateada con el virus del egoísmo humano; el de la dominación asegurada por la posesión, no ya de territorios sino de mercancías; el de la obsesión por la visión única generada únicamente por la razón deshumanizada, escindida de su naturaleza animal e instintiva. El principal problema para el aseguramiento del orden social que garantizara la permanencia y reproducción de este tipo de establecimiento era el hecho de que ahora había ‘hombres libres’ que podían elegir entre por lo menos dos alternativas ¿Cómo sería posible el hecho social habida cuenta de que los individuos eran libres de elegir y las razones de su elección tan impredecibles? Inicialmente, imperan las ideas hobbesianas que inspiraron la constitución del estado como mecanismo para establecer y mantener el orden social en condiciones de legalidad, pues se partía del hecho de que los individuos se inclinarán más por las alternativas violentas. Todavía en el siglo XX el asunto se siguió manejando coactivamente. Si bien ya se reconoce, por lo menos a nivel teórico, que en las decisiones humanas intervienen otros factores como la acción humana orientada a fines y medios (Parsons) fundamentadas en la racionalidad (Weber) y la idea de un orden social orientado a la solidaridad (Durkheim), siempre se ha manejado la cuestión en términos de una serie de normas morales impuestas desde afuera o generadas a partir de la interacción social o el actuar comunicacional entre individuos que llevaría a consensos adoptados por de negociación (Habermas).
El Saber reprimido
Desde esa lógica, mantener el orden social implica educar en la razón instrumental a través de la lectura, para que los individuos adopten un sistema de normas que se les impone a partir de una estructura jerárquico con un centro único, el estado-nación. En principio estos últimos son nuevas versiones territoriales que sirven para asegurar la existencia y mantención de las nuevas relaciones sociales de producción dominantes propias de la fase industrial del capitalismo. En ella las personas son sujetadas al sistema por su vínculo laboral y la labor de los medios masivos de comunicación que le crean una realidad alterna, la sociedad del espectáculo, que, entre otras cosas, los van moldeando como seres pasivos, apolíticos y consumidores. No obstante, cuando el consumo y las transacciones financieras se globalizan con el uso de Internet a nivel planetario y, como consecuencia de ello el dinero adquiere autonomía como recurso que se autogenera (capital financiero), los estados nación terminan convirtiéndose en un estorbo para el libre flujo de capitales.
Fuerzas en conflicto; el Saber se abre paso en el terreno de las Mercancías
Desde la perspectiva levysiana vemos como la historia ha mostrado una constante; espacios antropológicos de abajo que quieren dirigir a los de arriba; cuando la tierra subyuga al territorio, genera dictaduras; cuando somete a las mercancías, genera mafias; al dominar el espacio del saber, degenera en ‘new age’.
¿Algún parecido con la realidad actual?.
Históricamente, el deseo del Territorio por dominar la Mercancía y el Saber fue catastrófico; la subyugación de las Mercancías generó los totalitarismos del siglo XX y la del Saber condujo a un momento prolongado de oscurantismo. Aún hoy hay manifestaciones del ‘mal de Este’:
Históricamente, el deseo del Territorio por dominar la Mercancía y el Saber fue catastrófico; la subyugación de las Mercancías generó los totalitarismos del siglo XX y la del Saber condujo a un momento prolongado de oscurantismo. Aún hoy hay manifestaciones del ‘mal de Este’:
“En las grandes (e incluso pequeñas) empresas, burocracias casi-estáticas impiden la iniciativa económica, las rutinas administrativas asfixian la invención, el mando autoritario y las separaciones impiden desplegarse a la inteligencia colectiva. En fin, la forma burocrática e institucional de las universidades, de los centros de investigaciones, de las escuelas, no es la más favorable para el desarrollo de intelectos colectivos. Existe también un Este de la enseñanza y de la ciencia oficial.”
En la actualidad predomina el deseo de las Mercancías por subyugar el espacio del Saber:
“Es el mal de los países ricos, la sociedad del Espectáculo, el pensamiento ahogado en los medios, en la publicidad. En lugar de intelectos colectivos el Norte sólo puede exhibir la tecnociencia, la finanza y los medios, la locura de las multitudes y de la velocidad, la deterritorialización sin freno, exterior, violenta, sin recuperación subjetiva. Este Norte se ha expandido por todo el planeta.”
A estas alturas ya se vislumbra una nueva forma de sociedad que podríamos catalogar como postmoderna; la sociedad de la información y/o el conocimiento. Es bien ilustrativo el análisis que Paula Sibilia[1] hace de este momento histórico en el que habla desde el espacio antropológico mercantil en términos levysianos. Ella observa en este momento de fractura un nuevo modo de ser capitalista, diferente al industrial, en el que emergen nuevos modos de vínculo social que moldean las subjetividades a conveniencia de la lógica del mercado:
“El nuevo capitalismo se erige sobre el inmenso poder de procesamiento digital y metaboliza las fuerzas vitales con una voracidad inaudita, lanzando y relanzando constantemente al mercado nuevas subjetividades … así la ilusión de una identidad fija y estable tan relevante en la edad moderna e industrial, va cediendo terreno a los ‘kits’ de perfiles estandarizados ‘ o ‘identidades pret-a-porter’, … Se trata de modelos subjetivos efímeros y descartables, vinculados a las caprichosas propuestas y a los volátiles intereses del mercado.’ P. 33
Si antes los individuos se vinculaban en su pertenencia a la masa, como bloque único y homogéneo, en la sociedad contemporánea, los individuos, sus subjetividades y su relación con los otros han mutado; ahora se definen por sus relaciones con las corporaciones del mercado global ya sea como consumidores y/o vendedores de servicios. Los datos sobre su identidad, preferencias, estatus socioeconómico y demás vuelan por la red disponibles para quienes quieran interactuar con ellos para venderles o comprarles sus servicios, pero sobre todo para controlarlos. El otrora trabajador obediente se convierte en consumidor controlado, o mejor, autocontrolado. Como se puede ver, desde la interpretación de Sibilia, esta forma social actual ha perfeccionado y hecho más eficiente su aparato de dominación y no hay por qué pensar que el vínculo social entre personas se haya modificado positivamente: “En estas nuevas organizaciones sociales no hay dueños ni patrones identificables: en un ámbito de jerarquías confusas, los gerentes abundan y los obreros tienden a desaparecer.” (p. 37) En esas condiciones las estrategias de control se hacen más sutiles pero efectivas porque acuden a la administración total de la vida pero desde la lógica del biopoder que apoyada los conocimientos científicos moleculares invaden hasta los más diminutos y antes impensados espacios de la bilogía humana.
Una mirada proyectiva de esta situación actual la proporciona Levy posicionado desde lo que él llama el espacio del saber:
“La sociedad de la información es un engaño. Se ha dado a entender que después de haber estado centrada en la agricultura, luego en la industria, (las transformaciones de la materia), la economía era guiada por el procesamiento de la información. Pero tal como numerosos empleados y gerentes lo descubren a costa suya, nada se automatiza tan bien ni tan rápidamente como el procesamiento o transmisión de la información. ¿Qué queda cuando la agricultura, la industria y las operaciones se han mecanizado en los mensajes? La economía girará –ya gira- alrededor de lo que no se automatizará jamás por completo, alrededor de lo irreductible: la producción del vínculo social, lo ‘relacional’. No hablamos sólo de una economía de los conocimientos, sino de una economía de lo humano, más general, que incluye la economía del conocimiento como uno de sus subconjuntos.”
¿Se impondrá el territorio?
Una breve reflexión: La máxima de la inseparabilidad entre civilización y barbarie según la cual toda manifestación de barbarie impulsa rasgos de civilización, y toda civilización muestra niveles de barbarie proporcionales a su grado de desarrollo científico, técnico y tecnológico, se hace más visible en el momento mismo en que se asume la separación entre la mente y el cuerpo, que deriva una serie de dicotomías, una de las cuales se erige como la dominante; razón / emoción, cultura / naturaleza, etc. Es en ese momento en que se pierde la visión de totalidad de lo humano; en el momento en que razón y pasión se separan, las dos se instrumentalizan, y la esencia de lo humano se diluye. Paradójicamente, la violencia de que ha hecho gala nuestra civilización occidental y que se manifestó tan duramente en el siglo XX no ocurre por lo que muchos denominan la irracionalidad humana, sino, precisamente, por el máximo grado de racionalización alcanzada por seres humanos concretos. La metáfora del panóptico sirve para ilustrar la lógica desde la cual se maneja el orden social; un persona ubicada en un solo centro desde lo más alto puede mirar y dominar a quienes se encuentran en los niveles inferiores, pero no puede ser mirada por ellos. Estos últimos permanecen aislados, incomunicados, sólo se hablan en calidad de funcionarios, empleados … como mercancías territorializadas …
¿Volverá el dominio de la Tierra?
Yo apuesto por el triunfo del Espacio del Saber
Mi apuesta es comprender la sociedad de la información en toda su complejidad, con sus bondades y contradicciones, para proponer marcos de interpretación adecuados que permitan visionar un futuro mejor posible y la participación asertiva en el diseño de formas de socialidad sostenibles.
Específicamente me interesa explorar, comprender y explicar las dinámicas de origen, mantención y conclusión de vínculos sociales que han emergido a partir de la comunicación mediada por internet, con el objeto de proyectar formas de socialidad que superen las tendencias que históricamente han determinado las relaciones sociales y en términos de las cuales éstas han devenido catastróficas.
Como una primera aproximación a lo anterior, en mi tesis doctoral abordaré estas nuevas formas de socialidad, lo que necesariamente implica la pregunta por las condiciones mínimas necesarias para que la convivencia planetaria sea posible y sostenible a la vez, y las cualidades humanas sobre la cuales se edificarían esos vínculos sociales orientados a la sostenibilidad. Por lo mismo, manejaré por lo menos, y por ahora, dos modalidades de interrogación
DESCRIPTIVO
¿Cómo se construyen y vivencian los vínculos sociales en la sociedad de la información? ¿Qué formas sociales se están generando a partir de aquellos? ¿Cómo se reproducen mutuamente? ¿Cómo se regulan para asegurar su sustentabilidad? ¿Qué propósitos humanos subyacen a estas nuevas dinámicas sociales? ¿Qué recursos entran en juego? ¿Qué implicaciones tienen esas dinámicas a corto, mediano y largo plazo para la convivencia planetaria y sostenibilidad de la vida humana?
A NIVEL PROSPECTIVO
¿Cómo sería una sociedad sostenible? ¿Cómo se deben construir y vivenciar los vínculos entre personas para que a partir de ellos se generen formas de socialidad sostenibles?
“¿Dónde los individuos y las colectividades que atraviesan los cuatro espacios pueden reunirse, tejer una tela sin costuras entre todas las figuras que la constituyen?”
“Dónde pueden encontrarse, a pesar de la extrañeza de los principios que los dividen?